22 de agosto de 2011

OTRO MUNDO



SUIZA.

Ginebra: ciudad de encuentros y desencuentros!!
Habíamos tratado de contactar un WS (warmshowers: red mundial de ciclistas) en Ginebra y uno en particular nos esperaba el domingo al mediodía. Con tanta lluvia pudimos llegar alrededor de las 7 de la tarde, hora prudente para darse a conocer. Pero la cosa no fue tan fácil. Nos olvidamos de ubicar la calle en el Google Map y cuando quisimos orientarnos ya entrados en la ciudad, fue casi imposible: 1º) La calle no la conoce nadie, 2º) intentamos llamar por teléfono y nos dicen que el número es inválido, 3º) para acceder a internet en McDonald´s hace falta tener un teléfono móvil. Preguntamos entonces a los choferes del TRAM y nos mandan a otro pueblo a 15 km de distancia. Obviamente el tiempo pasa y ya son más de las 21:30. Llegamos deshauciados al otro pueblo pasadas las 22 y en una pizzería, el padre con su hijo nos prestan toda la ayuda que tienen a su alcance. Llaman desde su celular y Jorn (el WS) les indica que su domicilio es a unas cuadras de donde estábamos a las 7 de la tarde. Quedamos en encontrarnos en el puente de Mont Blanc, con lo que retomamos la carrera lo más rápido posible; cuando se cierra el cielo y nos cae un aguacero en el medio de la noche, el camino, el cansancio y el mal humor… nunca nos encontramos con Jorn.
Acampamos junto al lago y al otro día recorrimos la ciudad, sede de todos los organismos internacionales, crisol de razas y religiones. Conocimos a un par de suizas que nos invitan a tomar una cerveza y quedamos en esperarnos en una plaza cerca de su casa para recibir unos mapas que tan cortésmente nos habían ofrecido… nunca nos encontramos con las suizas.
De ahí a conocer el edificio de la ONU, donde presenciamos una marcha por la paz y el cese de la guerra en Irán. Un argentino copadísimo, Billy, nos hace de guía turística para los próximos kilómetros. Dejamos Ginebra a nuestras espaldas y empezamos a recorrer el Lago Léman contorneado en un 90% por espesas ligustrinas, que guardan celosamente suntuosas casas y embarcaciones de todo tamaño y valor. La lluvia nos sigue de cerca y como podemos vamos avanzando.
Tuvimos que cambiar plata, acá se manejan con francos suizos (CHF), 1 euro = 1,10 – 1,13 CHF según el lugar.   






















DE LAUSANNE A VEVEY. OTRO MUNDO


Seguimos bordeando el lago pero ahora tenemos plena vista a sus aguas. Es increíble la cultura “floral”, en esta región de Suiza, todo está ornamentado y nada es al azar. Las flores inundan los jardines, la costanera, los canteros, cada rincón es un espectáculo. Todo finamente combinado; color, textura, tamaño, formas, cada arreglo tiene una simetría y armonía casi perfectas. Es una sinfonía para la vista. En las afueras se pueden ver grandes anuncios en medio de plantaciones de gladiolos, girasoles, dalias y tulipanes: “SIRVASE LAS FLORES USTED MISMO” y al costado hay un tacho con la “caja” donde el consumidor honesto deposita su dinero después de escoger con esmero la colorida mercancía (promedio por unidad floral: entre 1 y 2 CHF). Decenas de veleros circundan el lago y las montañas en la ribera de enfrente le proporcionan un marco perfecto a esta tarde cálida y apacible. Empiezan también las viñas a nuestra izquierda, todas erguidas en terrazas construidas por los romanos en el SXIII. Maravilloso mosaico verde naciente. Vevey, bellísima ciudad, igual que su gente. Nos descubre Céline, ya tarde, en nuestro cotidiano discurrir acerca de dónde pasaríamos la noche … y es ella quien lo decide. Nos invita a su casa y junto a Tanya nos aconsejan acerca de nuestros próximos pasos. Gracias Céline, gracias Tanya, el encuentro con ustedes es lo que le da verdadero sentido a nuestro viaje. En la costanera nos sacamos una foto con Chaplin y un tenedor gigante. Charles Spencer Chaplin (1889-1977) vivió muy cerca de aquí durante casi 25 años con su esposa Oona; el tenedor…no sé… ¿Será porque “Nestlé” anida en Vevey?.
Nos esperaba Gruyeres y la fabricación del susodicho queso (“fromage” en francés). Algunos datos interesantes: para hacer un queso de 35 kg se necesitan 400 l. de leche, se procesan por día casi 4000 l. que acercan los productores de la zona, existen muchas variedades de Gruyere según el tiempo de estacionamiento, los cuajos y la región de donde proviene la leche. El “alpage”, por ejemplo, es de las vacas que son alimentadas en las veranadas (franja superior de las montañas). Al momento de elegir son todos sabrosísimos y dicen que un buen experto puede llegar a percibir hasta 75 clases de aromas diferentes que se corresponden con el menú del animal: violeta, trébol, avellana, menta, castaña…y un poco de pasto también. Otra historia interesante gira en torno de los carrillones, las campanas y los cencerros; deberían recorrer estas tierras en bicicleta para escuchar el sonar de una bestial melodía descendiendo por las laderas. Un verdadero concierto de cascabeles lecheros.
Hasta Montbovon todo bien, pero aquí se termina la ruta y sólo es posible llegar a Montreux en tren, así que allá vamos. Nos arrancan la cabeza pero nos damos el lujazo de viajar en el “Golden Pass”. Tanto es el lujo que hasta tuvimos que sacarles pasaje a las bicis, ¿qué tal? Luego de atravesar la montaña por un túnel carril aparecemos otra vez junto al lago (pueden echarle un vistazo al google si ven que se pierden!!). Foto con Freddie Mercury y wi-fi gratis todo el día, de acá no nos mueve nadie.






























LOS PRE-ALPES Y UNA SORPRESA

Teníamos sólo dos palabras en nuestras cabezas, “Les Diablerets”, como sea que fuera teníamos que llegar allí, el gran problema era la altura. Estábamos a 300 m. y debíamos subir hasta los 1150. Tal vez unos simple número no les digan mucho, pero les propongo que tomen una bici, la carguen con 40/50 kilos y le den para adelante nomás, después me cuentan!. Hasta Aigle todo tranqui, salvo la lluvia… y es entonces cuando Oscar tiene una idea brillante, se para junto a la ruta y saca su “dedo”. Nunca lo hubiéramos creído, en menos de 3 minutos se detiene una camioneta y nos ofrece llevarnos. El señor iba hasta Le Sepey pero nos tira un par de kilómetros más desde donde la pendiente ya no es tan pronunciada ¡¿cómo!?, Buenísimo!!!!, y no sólo la gauchada, sino que Ollivier, el buen hombre en cuestión, es dueño de un viñedo y nos regala una botellita de Grand Cru cosecha 2009, “para esta noche”-comenta, no puede ser que aún no hayamos degustado las nobles cepas rojas de la Suiza vitivinícola. Sólo nos quedan unos kilómetros y ya estamos en medio de los Pre-Alpes. Tìpicas postales, las campiñas, las montañas y los Chalets (nombre dado a las construcciones de madera tipo chalets, pero con algunos detalles característicos – ver foto ). Dejamos las bicis en la “Gare” (estación de ferrocarril), hacemos unas compras en el COOP que junto al MIGROS son los supermercados más económicos y nos vamos para arriba con nuestras mochilas al hombro. Sí, un día de descanso, vamos a hacer trekking. Céline y Tanya nos habían hablado de un amigo que vivía en la montaña, más exactamente Chalet Vieux, es un “Alpage” (veranada) y él cuida allí unas vacas y unas cabras. Empezamos a subir y la vista se abre, el bosque nos recuerda nuestros bosques. La diferencia está en las pequeñas praderas que salpican las alturas cada tanto. Al principio nos llama la atención lo frágil del suelo y después caemos en la cuenta de que es debido a la erosión por el sobrepastoreo. Los campos están annegados, por lo que llegamos a nuestro destino con barro hasta los tobillos. Ethan está arreglando el alambrado, nos recibe muy cordialmente y tras romper el hielo del primer momento, nos charlamos todo. Nuevamente, estos encuentros son lo más preciado en todo viaje… cuántas cosas aprendimos… y nos comimos unos ricos huevos caseros. Al otro día nos llevó hasta un acantilado donde pudimos atrapar con todos nuestros sentidos los típicos paisajes de Heidi, sólo faltaba Pedro y su perro Niebla. Bajamos más que contentos. Llegamos hasta Gsteig dónde nos aguardaba la sorpresa: 11 minutos de teleférico que nos llevarían 300 metros para arriba casi en vertical – alucinantes las vistas y … la emoción!!!. Nos quedaba aún una hora de trepada hasta el col de Sanetsch a 2250 msnm. Se largó a llover “gatos y perros” (la expresión fina en inglés de “z… de punta”); a baldes llovió durante tres largas horas, menos mal que habíamos llegado a un refugio. Ya eran las 7 cuando decidimos deslizarnos hacia abajo, serían casi 30 kilómetros en bajada. Este cañadón es tan impresionante que bien vale la pena una segunda visita. Hicimos mitad del camino bajo una leve lluvia y la otra mitad, al otro día, con sol y cielo despejado. (Agéndenlo: Col de Sanetsch hasta Sión; sencillamente imperdible).
Estamos en el valle entre verdaderas montañas, los Alpes a diestra y siniestra. Hoy es 1ro de Agosto, celebración nacional en Suiza, acampamos en un lago pequeño de profundas aguas azules, nos bañamos durante la tarde, la gente inundó sus costas y cuando volvimos a la soledad de la noche el cielo se vistió de fiesta: fuegos artificiales a media ladera, en el valle, alto en las montañas, aquí y allá, color y sonido acunan nuestros sueños…






































PARTE I:  HOMO SAPIENS, HOMO ERECTUS, HOMO ABILIS … DE LA FAMILIA DE LOS HOMÍNIDOS


    Estas líneas van dedicadas a todos aquellos que han dejado sus marcas en nosotros. La gente y su naturaleza, pues cada vez me convenzo más que de todos los géneros es el que más humaniza y abriga. Ya en el lago habíamos cruzado saludos y sonrisas con una pareja que había llegado para jugar a la paleta y refrescarse en sus azuladas aguas. Al otro día, temprano, volvieron al mismo lugar y esta vez el reencuentro dio lugar a una pequeña charla. Todos, sin excepción, se sorprenden y repiten excitados: Argentine!!, cuando preguntan de dónde somos ¡¡Qué orgullosa respondo!!. Siempre que puedo les hago saber a todos que mi tierra es mi querida Patagonia argentina y la bandera se agita glamorosa a mis espaldas como entendiendo que son sus colores los que guardan mi patria. Aparecemos en Sierre y nos encontramos con un joven ciclista de 70 años que hace 30 se dedica a recorrer diferentes regiones terrícolas desde su tumultuosa ciudad natal, Tokyo, a bordo de su biciclo. Pedaleamos unas cuadras juntos donde nos hace de guía y somos testigos de su plenitud y su alegría. Después de la pasada obligada por la oficina de turismo y el súper, volvemos a buscar un lago. Esta vez el agua invita a nadar y nadar, parece una pileta triplemente olímpica, con la única diferencia que al salir nos encontramos vestidos de un alga súper pegajosa muy difícil de desprender. Oleremos a frutos de mar hasta que podamos pegarnos un buen baño. Nos proponíamos hacer vivac pero se largó a llover a media noche… el trajín consabido. 








Queremos completar el blog, necesitamos wi fi. Nos sentamos en el buffet del súper con mate en mano y al ratito se acerca un personaje de un cuento para niños: viste un traje desalineado negro ratón, lo acompaña una galera alta muy alta, posee una barba bien copiosa y enrulada, tanto como su cabello; lleva un organito color manteca que rodea con su brazo izquierdo y en el otro, exhibe una especie de florero con un arreglo artificial poco perfumado pero muy colorido. Se disculpa por molestarnos y en seguida nos alecciona en español: “No es bueno tomar mucho mate mientras uno come o cuando va a comer…” y empieza de esta manera una serie de recomendaciones dietéticas avaladas en la bonanza de la lucha contra el cáncer. Se despide y se acerca dos o tres veces más (en el interín se sienta a su mesa o sale a la calle “a hacer unos pesitos”) y el último consejo viene acompañado de una sorpresa: nos regala una botella de jugo de remolacha bio; él toma una o dos por semana y repite: “No se olviden, con una taza de té de salvia por día podrán vivir hasta los 110”. ¡Qué bueno que exista esta gente!, ¡qué bueno que se acercó a nosotros!, ¡qué imprescindibles que son para nuestras vidas!. Ah! me olvidaba, a que no saben de dónde es este sabio juglar curandero… de Persia!!!.







Tenemos ganas de hacer un trekking por los alpes. Buscamos dónde dejar las bicis y nos llegamos hasta el cementerio de Chippis, un pueblito aledaño. Allí detenemos un auto para interrogar al conductor acerca de un camino posible para iniciar nuestra caminata. En seguida detiene el motor, se baja y haciendo lugar en los asientos nos invita a subir. Nosotros nos miramos y le explicamos que tenemos las bicis y toda la carga en la calle. No importa, nos dice, vamos y venimos, no hay problema… Subimos al auto y nos lleva a recorrer más o menos 10 km, dándonos una explicación acabada de toda la región, nos señala las montañas a la vez que las nombra, enumera las ciudades de los pequeños valles que atraviesan al mayor, nos relata alguna historia y al llegar a una rotonda nos indica la ruta que debemos tomar para ingresar al Val D´Anniviers, en bicicleta. Desandamos los 10 km, frena junto a las bicis, obviamente todo está como lo dejamos, hasta el mate servido aguarda en su lugar… se baja enérgicamente del vehículo, abre un mapa, lo apoya sobre el capot y nos vuelve a hacer el circuito turístico; esta vez usando su dedo como señalador. A cada rato repite: “¿ok?, ¿ok?”. Se despide, se sube al auto y se va… feliz. Macanudísimo el señor. Nosotros cerramos la boca, que había quedado abierta un poco por el asombro y otro porque no habíamos llegado a pronunciar palabra. Y volvimos a preguntarnos dónde debíamos tomar el camino que nos llevaría “a pie” hacia el renombrado valle. Nos acercamos a una obra en construcción y en seguida nos asesoran y coinciden en que lo mejor es partir por una senda que sale tan sólo a 10 m. de allí. La señora nos ofrece un galponcito techado para guardar las bicis hasta el regreso. Entonces, ya siendo las 18 hs armamos las mochilas y emprendemos la trepada, como por un túnel que nos llevaría al mismísimo corazón de los Alpes suizos… la pendiente es importante pero sin las bicis no es tan agotadora. Siento que podría recorrer el mundo caminando sin cansarme. Ya está oscuro y tras unos kilómetros por la ruta normal, arribamos a Niouk. Como si estuviera esperándonos, encontramos junto a un galpón una mesa y dos bancos bajo techo. Desparramamos nuestros petates, cenamos y al sobre, mañana será otro día… estamos en un terreno privado!... Y otra vez la gente, su humanidad, su solidaridad, su don de entrega. Son las 8 y escuchamos ruidos, la pesada puerta de madera del galpón se abre y se cierra, a la vez que una voz firme pero dulce se escucha: “Bonjour!”. Respondemos y empezamos a movernos, a lo que inmediatamente le sigue: “C´est tranquil, c´est tranquil, il n´a pas problem”. Respiramos profundo y nos volvemos a acurrucar con una gran sonrisa. A la hora, hora y media, ya estábamos camino a la próxima villa y al pasar por una típica casita suiza, un señor delgado de tez blanca con pómulos rosados nos sonríe y nos pregunta si habíamos dormido bien… tengo ganas de abrazarlo y darle un beso bien fuerte cuando nos vuelve a sorprender regalándonos unas manzanas, fruto de su propia cosecha. El día ya estaba completo…





Seguimos subiendo y empezamos a internarnos en el bosque, ¡qué bien se respira!. Sabemos que vamos en dirección a un lugar llamado Ponchette a 1870 m. de altura (habíamos partido de los 585). Creemos que falta poco y …de repente en una última trepadita se divisan dos construcciones típicas de Alpage (veranada). Nos acercamos tímidamente, como siempre, y sale al encuentro Marie Angéle. Nos presentamos y explicamos que vamos en dirección a Chandolin. Se abre un diálogo pequeño, ella habla inglés; luego aparecen su hija Emmanuelle y una amiga, Pauline. Al cabo de unos minutos pedimos agua para continuar y Marie deja caer de su boca… : “Estoy preparando una sopa, ¿quieren compartir la cena con nosotras?”. Le explico que no tenemos plata, ¿por qué pensar siempre en la plata?, si como lo más natural del mundo nos dice: “No, no, para compartir!”. Y otra vez el alma se frunce, el corazón estalla de alegría y toda la piel se estremece. Claro, ¿cómo no?... y en dos minutos arman la mesa de afuera con vista a las montañas, los valles y los pueblitos; realmente de ensueño. Yo no lo puedo creer, hace 10 minutos estábamos sudando la gota gorda con las mochilas a cuestas y sin saber dónde pararíamos y de repente… estamos sentados a una mesa servida para reyes: vino tinto en copas de pie, consomé de papa y ortiga con quesos diversos, arroz con verduras y especies aromáticas y de postre, crepés con manzana y jalea de cereza. Yo terminé de comer y todavía no caía, veía la comida, las miraba a ellas hablar y reir mientras mis ojos capturaban a lo lejos un perfecto paisaje alpino… y no podía recuperarme. Hacia el fin de la velada, como iba oscureciendo, Marie trajo unas velas que otorgaron más belleza aún a un firmamento estrellado de aire fresco entibiado por la charla, las risas y la amistad compartida. Cómo disfruté cada momento de esa magnífica noche, y pensar que creía que era algo que podía pagar la plata… y sigue el desborde de ofrecimientos: “se pueden pegar un baño y pueden dormir en aquél lugar”, es un galponcito destinado a una exposición a favor de la preservación del medio ambiente, pero para nosotros es un hotel 5 estrellas!!. Amanecemos fe - li - ces!! y casi antes de saludar y llegar a sentarnos a la mesa de ayer: “¡El desayuno está servido!”. Café, té, pan, manteca, queso, dulce, y ovomaltine acompañado de los infaltables mates. Intercambio de direcciones y promesas de reencontrarnos en Sierre o Patagonia. Cuesta arrancar, cuesta despegar… hasta pronto!!!   






PARTE II : SABOR Y MISTERIO DE UNA TIERRA POR CONQUISTAR

Me es imposible abordar estos párrafos sin que mi tierra se instale en mi corazón, se me hace difícil ser objetiva. No encuentro otra manera de hacerlo que desdoblarlo en un principio para verlo puramente aislado y volver a unirlo en un pensamiento final.
Las vistas a un lado y al otro, por delante y por detrás son magníficas. Las montañas se visten de una variada tonalidad esmeralda que aportan las diferentes especies arbóreas y arbustivas; la mayoría son pinos bien cónicos. Cada tanto en las regiones menos escarpadas de las laderas aparecen las praderas verde claro, las cumbres en su mayoría son enormes sombreros pétreos, las cascadas alimentan furiosos arroyos en cada cañadón, flores multicolores y variados hongos pululan en el abierto sotobosque y cada tanto, para recordar que no estamos solos, los habitantes del lugar alpino se dejan curiosear: ciervos, ciervitos, gamos, gamitos, marmotas, babosas, pájaros y mariposas, hormigas… muchas hormigas, requete grandes. En el fondo del valle, los 2000, 3000 y 4000 metros de sólida estructura son coronados por gélida blancura y uno no sabe cómo elegir cuál será el paseo más espectacular o el glaciar que merezca nuestra visita. Decidimos caminar esta región porque queríamos vivirla, queríamos abarcarla con todos nuestros sentidos, hasta con el del cansancio y agotamiento… y así lo hicimos. Fue una semana muy intensa, partimos de Chippis y pasando por Chandolin, St Luc Vissoie llegamos a Zinal. Ahí nos lanzamos a la gran aventura, apreciar de cerca un par de glaciares.







 ULTIMOS DÍAS EN SUIZA. LO MECHAMOS CON ITALIA.
De Sierre Visp, de Visp a Brig, desde donde con ayuda del tren atravesaríamos el Paso de Simplón, nosotros por un túnel claro, y dejaríamos Suiza por unos días. Nos recibe Iselle, que no es una hermosa mujer, sino la primera estación en suelo italiano. Y acá va el abrazo más grande que alguna vez le haya dado a mi queridísima mamá. Viejita, desde donde estés, te quiero contar que estoy en Italia, sí, la tierra del abuelo, el trabajo duro, del sol candente, del vino patero y la guerra… la guerra que nos llevó a nacer en Argentina. No puedo evitar derramar algunas lágrimas, sé que te hubiera gustado conocer los pagos de tu querido viejo, por eso te abrazo fuerte y te invito a viajar conmigo…
Fue cortito este trayecto por tierras romanas pero bien valió la pena. Pasamos, por ejemplo, por Santa María Maggiore. Era domingo y el pueblito muy pequeño; en la plaza central una vez por mes tiene lugar “Il merkato dei bambini”. Hay muchos puestitos improvisados atendidos por niños que se desprenden, por unos euros, de juguetes, juegos, ropa y libros que otrora fueran sus fieles compañeros. Desde allí comenzamos a descender en medio de una salvaje espesura selvática hasta Cannobio. Bordeamos el Lago Maggiore hacia el norte e ingresamos nuevamente al país suizo por Locarno. En realidad no se nota mucho la diferencia en esta región; el idioma es el mismo, italiano, y los suizos muestran una gran influencia tana. Estamos en la región de Ticino. Recorremos el Val de Maggia, siguiendo el curso del río homónimo que corre encajonado en un valle rocoso. Nos habían recomendado también el Val de Verzasca pero es pura trepada así que, quedará para otro viaje.











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